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Los cuatro ensayos de Max Weber escogidos para este volumen son testimonio del proceso de formación de la metodología weberiana. Su estructura interna es particularmente esclarecedora respecto de la comprensión de aquella: cada uno tiene un tema central pero recapitula las cuestiones consideradas en los otros trabajos desde puntos de vista diferentes. La obra forma así un todo coherente, y se constituye en herramienta insustituible para la comprensión de uno de los pensamientos más ricos del siglo XX en materia de análisis económico-social y de conceptuación histórica, cuya problemática mantiene hoy toda su vigencia.
Se ha incluido una «Introducción», escrita por Pietro Rossi para la versión italiana de estos ensayos que reconstruye, con detalle y precisión, el ambiente de ideas de la Alemania de comienzos del siglo XX en materia de ciencias de la cultura. Si no reinsertáramos la obra de Weber en el desarrollo de la filosofía neokantiana y en el punto de encuentro entre el historicismo alemán y la sociología francesa, se nos escaparía buena parte de su rico contenido.
Este libro contiene una investigación empírica realizada por Max Weber sobre el trabajo industrial en una fábrica textil alemana a comienzos del siglo XX, con la pretensión de descubrir el tipo de hombre que genera la gran industria moderna. Max Weber aborda el estudio del trabajo industrial desde una perspectiva sociológica y económica, que él diferencia expresamente de las perspectivas fisiológica o psicológica desde donde había sido investigado con anterioridad.
Introducción de Luis Manuel Valdés Villanueva. Traducción de Santiago Recio Muñiz.
Fundamentos sociales de la decadencia de la cultura antigua (1896) es una obra extraordinariamente poco conocida de Weber. Se trata de una conferencia pronunciada en su época de catedrático de economía nacional en la Universidad de Friburgo que aborda lo que, en palabras de Weber, constituye "el problema más interesante y más importante de la historia universal". Weber, que pasa por ser un crítico de la metodología del marxismo, presenta aquí sin embargo una explicación casi exclusivamente materialista, vale decir: economicista, de las causas de la decadencia y el derrumbe de la civilización antigua. La expansión de Roma, basada en un sistema de latifundios con mano de obra escalava y cuyos excedentes constituían el motor de la vida urbana del Imperio, alcanza un punto en el que desaparecen las propias condiciones materiales en las que sustentaba su fuerza, por una parte, la conversión de los esclavos en siervos con ciertos derechos de propiedad y, por otra, causa el despoblamiento de las ciudades y la integración de sus habitantes en el sistema de trabajo servil. La caída de Roma no fue otra cosa, según el relato Weber, que la liberación de una superestructura administrativa y económica que poco tenía que ver con la sociedad y la economía reales.
Max Weber (1864-1920) nació en Erfurt (Turingia) en el seno de una familia de la alta burguesía alemana con conexiones con la política, en el alto funcionariado estatal y en la universidad. Estudió derecho e historia en las Universidades de Heidelberg, Berlín, Estrasburgo y Göttingen y se doctoró en Berlín en 1889 con una tesis sobre algunos aspectos del comercio en la Edad Media. Inició sus trabajos como sociólogo con un polémico estudio sobre los trabajadores agrícolas alemanes de la zona del este del Elba y fue catedrático de economía nacional en Friburgo (1894-1897) desde donde pasó a la Universidad de Heidelberg para ocupar la cátedra de economía política. Retirado de la docencia activa durante 17 años por sufrir severas depresiones, realizó durante ese período la ingente tarea de dotar a la sociología alemana y europea de unos sólidos fundamentos metodológicos. Intervino activamente en la política alemana durante la Gran Guerra, fue miembro del comité de redacción de la Constitución de Weimar y participó en la delegación alemana que negoció -con su oposición- el Tratado de Versalles. Desencantado de la política, regresó a la Universidad en 1919 y dictó cursos en Viena y Múnich, donde falleció de manera repentina en 1920.